lunes, 31 de octubre de 2011

Capitulo 5


Una semana después.
  Me remuevo bajo las sabanas al oír a alguien llamar a la puerta del hotel rustico en el que me hallo. Me incorporo, quitándome las legañas de los ojos, y miro hacia la puerta. ¿Quien será? Me levanto a trompicones, completamente somnoliento y enciendo la luz de la habitación. Miro la hora y suspiro. Las 5:19 de la mañana. ''Alerta, Dayan, no abras, no sabes quien es.'' Dice Ella, asustándome. Ignoro su recomendación sobeprotectora y voy hacia el lugar en el que resuenan los golpes de un puño fuerte y robusto, sobre la frágil y cálida madera.
  ––¿Si?––contesto con una voz mas aguda que la mía.
  No hay respuesta. Me rasco la cabeza y doy media vuelta, en dirección a la cama. Cuando estoy a punto de echarme, los golpes vuelven a oírse, esta vez mas fuerte, resonando en mi cabeza. ''Dayan, huye.'' Dice Ella, pareciendo asustada. No finjas, se que no puedes asustarte. Le contesto, bastante molesto.
  ––¿Quien es?––pregunto, bastante incomodo por la situación; el corazón me latía a velocidades anormales.
  Otra vez vuelve a no haber respuesta. Me giro hacia la ventana y suspiro. Algún bromista. Intento tranquilizarme. ''Ten cuidado, es peligroso.'' Dice Ella, asustándome aún más. Toc, toc, toc. Vuelven a resonar los golpes en mi cabeza. El corazón esta a punto de salirse de mi pecho, mi respiración es entrecortada; me siento agobiado, asustado. Agarro con fuerza una botella de cristal y me dirijo hacia la puerta. El pomo empieza a moverse: alguien intentaba abrirla. Suelto la botella del susto y esta se rompe, bajo el agrio sonido de los cientos de cristalitos rotos desperdigándose; dejan de intentar abrir la puerta. Me alejo de esta con velocidad, cojo la mochila y abro la ventana, justo cuando salto al exterior oigo como la puerta se rompe en mil pedazos. Caigo al suelo y ruedo, pero me quedo unos instantes en el suelo, magullado por el golpe. Me levanto y me observo. Tengo el pantalón roto y la rodilla sangrando, la camiseta desgarrada y los brazos y abdomen llenos de raspones. Mañana tendría moratones. Miro a la ventana y observo como Alan se asoma.
  ––¡Dayan!––grita con su asqueroso acento ingles––¿¡Adónde vas!?––parecía confuso, dolido.
  Empiezo a correr por el jardín del hotel, ignorando el dolor y sus gritos, en busca de la salida, pero esta todo muy oscuro. Lo único que ilumina mi camino son unas pocas farolas y algunas luces de las habitaciones encendidas y, de vez en cuando, algún coche que pasa por el otro lado de la verja. Alcanzo la entrada del hotel y sigo cojeando en dirección contraria a la puerta. Salgo del recinto y empiezo a correr por la carretera, sin saber bien hacia donde. ''Huye, ellos también son tus enemigos.'' Me señala Ella. Dudo unos instantes si seguir o parar, pero la presión me hace seguir corriendo, en dirección al noreste.
  ––¡Dayan, vuele!––oigo gritar a Merily a mis espaldas.
  Agito con fuerza la cabeza, completamente confuso, pero sigo alejándome, más y más. Al cabo de quince minutos llego a la playa. Me aseguro de que no me hayan seguido y me tiro en la arena, exhausto. Me relajo durante varios minutos, intentando calmar mi corazón y recuperar una respiración normal. Cuando lo consigo, me siento y me miro atentamente.
  ––Parece que me han dado una paliza––digo tras un suspiro.
  Cierro los ojos y me tranquilizo, bajo el dulce son del sonido de las olas al romper en la orilla. Me levanto y me quito la ropa, me meto un poco en el agua y me limpio las heridas, aguantando el dolor de la cicatrización. Salgo al cabo de un rato y saco ropa en buen estado de la mochila. Me visto con velocidad y vuelvo a sentarme en la arena, esta vez de rodillas. Miro a la luna, grande, llena y rojiza.
  ––¿Por qué?––pregunto al aire, con lágrimas en los ojos.
  ''Has hecho bien.'' Me intenta tranquilizar Ella ''Sabías que te querían utilizar para algo, no tienes que fiarte de nadie. A demás, estamos mejor solos tú y yo.'' Me recuerda de forma dulce, como si fuese mi madre.


  ––Lo se, pero no me gusta––aclaro, abrazando mi mochila y tumbándome encogido y de costado en la arena––no me gusta estar solo. No me gusta no tener a nadie. Estoy harto de huir siempre, de no tener motivos para sonreír. Me creí solo hasta que les encontré, creí que eran mis amigos.
  ''Has leído al igual que yo sus pensamientos, no eran buenos, no eran amables, no eran divertidos. Eran terroríficos y crueles.'' Y tenía razón, lo que había escuchado al abrir la puerta de la habitación de Alan no había sido nada agradable. Poblaría mis pesadillas durante el resto de mi vida:
  ––debemos terminar con esto––había dicho Alan, sin darse cuenta de que yo estaba en la puerta.
  ––Aún es demasiado pronto––Le había contestado Merily, mirando por la ventana.
  ––No nos queda otra opción, hay que acabar ya. Nos están metiendo prisa. ¡Me han amenazado!––parecía inquieto. Andaba de un lado a otro del balcón, haciendo caso omiso a mi presencia.
  ––Pero todavía es pronto, falta confianza. Necesitamos tres o cuatro semanas más––Merily estaba nerviosa, no dejaba de juguetear con su cadena de oro.
  ––No, debe ser esta noche, mientras duerma.
  En ese momento fue cuando agudizó mi curiosidad y me dio por leer sus mentes. Había sido horrible.
  Me acurruco aún mas en la arena y comienzo a tiritar al recordarlo: hay que dormirlo, entonces lo llevaremos con ellos. Allí le meterán en la cámara de extracción, le sacarán su cerebro, le extraerán el corazón y lo tiraran al mar. Si alguien lo encuentra no habrá pruebas. Pensaba Alan, de forma descabellada. En ese momento me habían entrado arcadas y había mirado a Merily. Debe morir. Es inhumano. ¿Como puede existir alguien así? Aunque sea útil, su don me da miedo. Nadie tiene derecho a leer las mentes de los demás, a copiarlas, a manipularlas a su antojo; es un monstruo. Era lo que pensaba Merily. Sin hacer ruido, había salido de la habitación, completamente pálido, y había andado hasta la mía. Después me había dormido, hasta que los golpes me despertaron.
  Me giro y miro al cielo, tragándome las lágrimas que han comenzado a aflorar por mis ojos con solo recordarlo. Las estrellas son preciosas en este momento. Pienso, intentando distraerme, pero es imposible. Un solo pensamiento recorre mi mente, martirizando cada segundo de mi pobre existencia. Es un monstruo. Había aclarado Merily en su mente.
  ––No soy un monstruo––le susurro a la fría y tenue noche.
''Me temo que si, al menos para los humanos.'' Me desmoraliza Ella al instante. Una nueva oleada de lágrimas caen por mis mejillas, haciendo que tiemble más.
  ––Pero yo no he elegido serlo––titubeo, resignado.
  Jamás se me había ocurrido la simple idea de estar verdaderamente solo, de ser considerado un monstruo, de que si la gente conociese mi don, huirían de mi como huyen las serpientes del fuego. Jamás había pensado que a alguien pudiese asustarle un joven de dieciséis años, alegre, divertido y solitario. ''Si, tienes solo dieciséis años, pero eres un peligro público.'' Me martiriza Ella con fuerza.
  ––Pero, para los animales, no soy un peligro––aclaro, pensativo––a ellos les entiendo. Puedo comunicarme con ellos.
  ''Pero también les manipulas. No lo intentes remediar, sabes que no puedes evitar hacerlo. No es tu culpa leerles como un libro, no es tu culpa que sea una tentación controlarles. Solo eres superior a ellos, no sabes cuanto, joven amigo. Recuerda siempre; solo estamos tu y yo.'' Me quedo unos segundos en silencio y frunzo el ceño.
  ––No, mi culpa no es, pero la tuya si––le acuso sin piedad––por tu culpa leo mentes, por tu culpa les manipulo, estúpida mente. Por ti soy un monstruo. y no estamos solos tu y yo, solo estoy yo, pues tu eres parte de mi.
  Me resulto extraño que Ella no me contestase, pero estaba demasiado cansado para pensar más. Me quedé dormido en la arena, tras pasarme una hora más llorando.

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