martes, 1 de noviembre de 2011

Capitulo 4: El enemigo


 Una semana después.
  Abro los ojos y miro a mi alrededor. ¿Donde estoy? Y entonces recuerdo. Alan y Merily me habían conseguido una habitación en un hotel. Era la primera vez que dormía en un lugar así. Llevaba ya una semana trabajando con ellos, o eso se suponía, pero mas bien llevaba cuatro días encerrado en la habitación del hotel. Tenía un mal presentimiento.
  Después de haber conocido a Alan más a fondo, le había contado a él y a Merily lo sucedido con los hombres de calle y el señor de la furgoneta. Me habían dicho que no hiciese lo que me habían mandado, que no lograrían encontrarme, pero no estaba del todo seguro. ¿Y si me encontraban? ¿Que sucedería entonces? ''Tranquilo no te mataran, les eres demasiado útil.'' Aprecia Ella de manera bastante sutil.
––Como me encuentren me tendré que ir del país, o al menos de la ciudad, según Alan––digo de forma reflexiva en alto mientras alargo la mano para coger el mando de la televisión.
La enciendo y pongo La sexta, justo cuando comienza NCIS, mi serie favorita. Me siento en la cama y cojo el teléfono, marco el numero del servicio de habitaciones y espero.
––Servicio de habitaciones, ¿que desea?––suena una voz potente y melódica al otro lado del aparato; era de hombre, no había duda.
––Quiero una hamburguesa con extra de queso y patatas fritas, tres coca-colas grandes y una caja de chocolate milka, por favor.
Todo se queda en silencio durante unos segundos, lo único que se escucha es el tenue sonido de la televisión y mi respiración.
––Enseguida se lo llevamos––Esta vez el timbre de la voz es diferente. Suena menos potente, menos llamativo y mucho menos amable; me han encontrado.
––Gracias––digo en un tono alegre, disimulando mi descubrimiento.
Cuelgo el teléfono y me levanto con rapidez. Meto todas mis cosas en la mochila y salgo de la habitación por la ventana, entonces me alegré: Alan se había asegurado de que mi habitación diese a la escalera de incendios. ''Deja de pensar y sal corriendo de aquí.'' Me apresura Ella, bastante furiosa. Pocas veces la había visto así.
Salto al exterior y empiezo a descender a toda velocidad, bajo el dulce susurro de la velocidad de los coches al pasar. Llego al callejón que da fin a la escalera y salgo al exterior: estaba en pleno centro de Madrid.
––¡Ahí está!––Oigo una voz detrás de mi, lo que me impulsa a comenzar a correr hacía el sur.
Esquivo a la gente con gran agilidad y corro hasta la primera boca de metro que veo, como siempre, pero es tarde. Noto como unas frías manos me agarran del brazo y me tiran hacia un coche, tapándome la boca para que no grite. El corazón me late a mil, parece que se va a salir del pecho en cualquier momento; mi respiración es entrecortada y escasa: siento que me falta el aire.
Intento deshacerme de mi captor con furia, pero es en vano, el coche arranca. Me sueltan con rapidez y oigo unas risas familiares, me giro, atónito y suspiro.
––Podríais avisar antes de este numerito––aclaro bastante enfadado y desarrugándome la camiseta.
––Lo siento––sonríe Merily, como siempre––No sabíamos como avisarte. Te negaste a llevarte tu móvil.
––Solo causan problemas. Si consiguen mi numero podrían localizarme.
––Paranoico––se adelanta Alan, con su acento ingles sumido en varias carcajadas––eso es lo que eres: un autentico paranoico.
––Al menos no me dedico a secuestrar a mis supuestos amigos––añado, en un tono dañino y enfurecido.
––Bueno, no nos muerdas.
Me giro para mirar al joven del que procedía esa voz tan dulce e infantil, que no me sonaba de absolutamente nada.


––Este es Jagge Desdian. Su nombre en clave es Jaguar D.
Le miro entre interesado y molesto, por el hecho de no conocerle apenas y tener ya que contar con él, aunque a los otros dos tampoco es que les hubiese conocido hace años, precisamente.
Es un joven de uno sesenta y siete, pelo castaño claro y ojos casi naranjas, tan grandes y luminosos como los de un gato. Viste de traje gris de algún tipo de tela norteamericana; camisa blanca a cuadros azules, corbata azul y unos mocasines de piel falsa. Un joven interesante, pues no debe tener más de catorce años.
––¿Catorce años?––aclaro en voz alta.
El joven me mira entre asustado y sorprendido. ¿A caso no le habían explicado mi curiosa habilidad?
––No te asustes, Jaguar, ya te dije que era El Especial.
––Oh, vaya. ¿Ahora yo también tengo nombre en clave? Preferiría uno como 007, me pega más con esta especialidad mía de desaparecer delante de las narices de los malos, dejándoles con las ganas––digo en un tono sarcástico.
Los tres sonríen casi al instante, divertidos por mi actitud. Merily y Alan se miran, bastante impacientes, infundándome algo de miedo. Aclaro mi garganta de forma brusca, intentando hacer que se den cuenta de que me he fijado en sus miradas, y suspiro. ''Genial, ahora te guardan secretos. ¿De verdad son de confianza? Tal vez deberíamos marcharnos.'' Dice Ella de forma brusca. Es lo único que tenemos de apoyo. Le contesto en forma de pensamiento.
Junto mis dos manos en mi regazo, en forma de puños y hago crujir mis nudillos, provocando que Alan me mire, en forma de reproche. Aburrido, miro por la ventanilla y me sorprendo: campo. ¿Donde demonios estamos?
––Oye, no me toméis por un preguntón, pero... ¿se puede saber donde se supone que estamos?––pregunta mi inquietud y desorientación, sin que pueda controlarlo.
––En la ciudad van a volver a encontrarte si o si, por eso nos trasladamos a una pequeña aldea Gallega.
¿Que? ¿Galicia? ¿Y sin consultarme? Suspiro incomodo y miro al suelo del coche. ''Estabas mejor solo.'' Aprecia Ella y, sin dudarlo, le doy la razón. Tal vez ellos me eran de ayuda, pero Madrid era la única ciudad que me conocía a la perfección, era mi territorio, era mi hogar. Podría memorizar cualquier plano en una milésima de segundo, pero no sería igual. No tendría ese olor a ciudad, no vería mis recuerdos plasmados en las calles: cuando mis padres estaban vivos, mi ex colegio, mis antiguos compañeros, la primera vez que leí una mente, cuando me escape de casa, la primera vez que me cogieron y torturaron. Madrid era el lugar donde había vivido toda mi vida, el lugar del que había aprendido a sobrevivir, el lugar en el que ya casi me conocía las caras de todas las personas que vivían en ella. Al dejarla atrás, siento que una parte de mi se perdía en el pasado: me siento vacío.
––¿Te pasa algo, Dayan?––pregunta Merily; parece preocupada.
––Que no me parece bien.
––¿El que?––contesta Alan al instante.
––Que me alejéis del único lugar que aprecio.
Ambos miran al suelo, pensativos y después se dirigen un par de miradas. Parecían extrañados. El chico de la mente perfecta no quería alejarse de una ciudad contaminada que le acercaba mas su muerte con cada respiro.
––No se porque te gusta Madrid. Aquí te adaptaras bien, no te preocupes, estarás bien––me intenta consolar Alan, de forma fallida.
––No, no lo estaré, no lo comprendéis.
––¿El que no comprendemos?
¿Que el que no comprendéis? Pienso, un poco enfurecido. Nada, vosotros no entendéis nada. No sabéis lo que es ser yo, no sabéis lo que es vivir mi vida y jamás la viviréis. Ni siquiera se que pintáis ayudándome pues, en realidad, estoy solo. Suspiro, agobiado. ''Nadie te comprenderá jamás.'' Me desanima Ella, provocándome ganas de llorar.

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