viernes, 4 de noviembre de 2011

Capitulo 1: Facultades


 Un mes antes.
  Hola, me llamo Dayan Rebich, tengo quince años y, desde que nací, soy capaz de controlar la mente de los seres vivos. Vivo en el barrio de Vallecas, en Madrid, un lugar idóneo para pasar un buen rato controlando mentes. Desde hace varios meses no voy al instituto, pues el consejo escolar a decidido que no es necesario y, sin dudarlo un segundo, me han dado el titulo de la ESO sin haber pasado aún tercero. ''¿Por que no va a bachillerato?'' Os preguntareis algunos. Bien, pues la respuesta es bastante sencilla: no hay nada en este mundo que un profesor pueda enseñarme. ¿Que por qué? Porque no solo controlo las mentes, si no que las copio. Agarro todos sus conocimientos como si fuesen una galleta y los uno a los mios, sin problemas. Mi mente es como una esponja imposible de escurrir; nada se me olvida nunca.
  Os preguntareis como sigo libre, sin que el gobierno me atrape. Con semejante habilidad en mi poder, la respuesta también es fácil, y supongo que los más avispados la hallareis sin preguntar: si me intentan atrapar, con una orden, les quito las ganas y huyo. Algunos pensareis que con esto podría ser muy útil para algunas investigaciones, como la cura del Alzheimer, y diréis que debería dejarme atrapar, pero es que sus ganas de usarme no se limitan a eso. Quieren usarme como conejillo de indias para cualquier cosa, sin darse cuenta de que, a pesar de lo buena que es mi mente, soy humano y puedo morir como los demás.
Desde que era pequeño, los gobiernos y entidades de todos los países se han dedicado a perseguirme. He pasado por las manos de mucha gente: gobiernos, ejércitos, terroristas, mafias, universidades, ONG. Pero siempre conseguía escaparme y huir casi sin dejar rastro, aunque saben donde encontrarme, pues no pienso dejar de vivir en Vallecas.
  En realidad no tengo casa fija, a mi familia se la cargaron ante mis ojos cuando tenía nueve años, desde entonces soy completamente independiente. La gente me deja dormir en su casa, no pueden oponer resistencia, en cierto modo, me invitan ellos. La verdad es que prefiero esto a quedarme en un sitio completamente fijo. Hace poco aprendí que no puedo tenerle apego a nadie: pondría su vida en peligro.
  ––Deme un Mc pollo con patatas normales y coca-cola grande, por favor––le digo a la dependienta del Mc donalds que me atiende.
  ––Enseguida, señor.––Me sonríe de forma amable y desaparece tras el mostrador.
  Miro a mi al rededor con cautela, en busca de la persona que se que me esta mirando directa y descaradamente. Está sentada en una mesa del fondo, es una joven, de un metro sesenta y siete, pelo largo rojizo, ojos marrones profundos, casi sin arrugas; ''debe tener unos veinticuatro años.'' Pienso de manera casi inconsciente. Es muy delgada, su rostro es bastante hermoso.
  Disimuladamente miro el resto de la sala, pareciendo impaciente, para no dar a conocer el hecho de que se que esta ahí. Vuelvo a mirar al mostrado y analizo meticulosamente al dependiente de la derecha. Camisa beige con el logo de Mc donalds, una gorra roja y vaqueros ajustados. No debe tener mas de diecinueve años, bastante joven; ''probablemente trabaje para pagarse la universidad.'' Señaliza mi mente, bastante aburrida. No se de que color es su pelo, probablemente castaño, es culpa de que lo lleve rapado. Sus ojos son de un verde intenso increíble. Es un joven muy guapo y apuesto; si pudiese cogerle apego a alguien, intentaría ligar.
  ––Su pedido.––Me interrumpe la joven que había ido a por mi hamburguesa––Son 6'99.
  La miro atentamente y sonrío, cojo la hamburguesa, la bebida y las patatas y las guardo en mi mochila, con cuidado de que no se caiga nada.
  ––Muchas gracias––sonrío mientras pienso la orden, simple y sencilla. ''Déjame ir sin pagar''
  ––De nada, que disfrute de su comida.
  Me alejo con cuidado del mostrador y observo como la joven que me observaba se dirige hacia mi, con cierta velocidad. ''Genial, ya viene en mi busca.''
  ––Perdone, ¿es usted Dayan?––dice en un tono dulce.––¿Puede acompañarme?

  ''Debes dejarme ir, quedarte aquí cinco minutos, y volver a casa.'' Sonrío de forma dulce mientras pienso la orden.
  ––Un placer conocerla, pero tengo prisa––digo alejándome de ella y saliendo del recinto de comida rápida.
  Sus intenciones no eran las peores que he visto, pero no me había convencido la causa de porque quería llevarme con ella. ''¿En serio? ¿Para matar al presidente? Es bastante cutre.'' Añade mi mente, con un tono burlón. Sonrío y me dirijo al metro. Sin problema alguno entro sin pagar y me subo al tren en dirección a Atocha; en cinco minutos ya estoy en mi destino. Salgo con movimientos despreocupados, pero siempre alerta, nunca debía bajar la guardia. Salgo a la calle con velocidad y corro hacia el paso de peatones, pulso el botón y espero, al instante, una joven se para a mi lado. Lleva un mp4 morado, con unos cascos de ''Nightmare before christmas'', chaqueta negra ajustada, pantalones anchos grises, zapatillas negras marca ''nike'' y el pelo corto por las orejas, de color verde, con un flequillo negro que le tapa el ojo derecho. Lleva unas gafas de sol, que hacen que no pueda ver el color de sus ojos, pero supongo que son bonitos, como ella. Debe tener unos quince años, y por el peso de su mochila de ''Adidas'', viene del instituto. Notó su mirada y la sonrío, se aparta un poco el flequillo, se quita un casco y me mira directamente.
  ––Hola––dice con una voz dulce, capaz de enamorar a cualquiera.
  ––Hola, me llamo Dayan. ¿Y tú?––Siempre se me ha dado bien conocer gente.
  ––Merily––sonríe.––Me gusta tu pelo.
  ––Y a mi el tuyo, te queda muy bien.
  Se sonroja al instante y mira al suelo. El semáforo se pone en verde y comienza a pitar, fastidiando el momento. Cruzamos juntos y al otro lado de la calle nos paramos y nos miramos. Aparto mi flequillo rojo y vuelvo a sonreír.
  ––¿De donde eres?––me pregunta. Parecía bastante interesada en mi.
  ––De ninguna parte y de todos lados a la vez––sonrío de forma misteriosa––Volveremos a vernos, tranquila, pero di que hablábamos porque se te había caído algo.
  ––¿Que?––pregunta mientras me alejo a buena velocidad en dirección al parque del Retiro.
  Al instante un hombre vestido de traje se para a hablar con ella. Observo con cuidado desde la cuesta, esperando que ella sea lo suficientemente lista para decir lo que debe. Pocos segundos después, el hombre sonríe y comienza a andar en dirección hacia mi, me giro y subo lo mas rápido que puedo. Entro en el retiro sin destino concreto, ando durante veinte minutos y me siento en el trozo de césped más cercano, saco la hamburguesa y empiezo a comer. Podría irme a un restaurante, pero casi que tendría que montar un numerito para salir sin que me atrapasen; toda mi vida era como una película sobre un fugitivo, siempre huyendo.
  Me estiro y bostezo tras terminarme la última patata, me termino mi coca-cola y me acerco a la papelera mas cercana para tirar los restos. Me tumbo en la hierba y observo las nubes, relajándome hasta casi caer en un profundo sueño. Agito la cabeza con fuerza, intentando no caerme dormido y me siento. Miro a mi al rededor. Todo es tranquilo, nadie se fija en mi, solo un grupo de chicas sentadas bajo un árbol. Las sonrío con cortesía y miro el camino de tierra. Solo hay gente haciendo futing, esto es increíble. ''Bravo, amigo, les has dado esquinazo, sigue así.'' Me felicita mi mente con gran entusiasmo. ¿De verdad les había dado esquinazo? ¿Así, tan sencillo? ¿Solo con entrar en el parque? Tal vez es que no les a dado tiempo a seguirme, el Retiro es muy grande, aunque yo ya lo conozco de memoria.
  Bajo la mirada hacia mi mochila y la abro, saco un libro de bolsillo, de pasta verde con el título de ''El nombre del viento.'' Lo abro por la pagina ciento setenta y cuatro, señalada por el marca paginas, y me enfrasco en esa maravillosa lectura: ya era la novena vez que me lo leía. Después de un rato mis sentidos vuelven a encenderse, aparto la mirada del libro y observo a mi al rededor; ya es de noche. Me levanto de manera rápida y miro a todos lados. ¿Tanto rato he estado leyendo? Guardo el libro en la mochila y vuelvo a ponérmela en la espalda, mientras pienso a donde ir. ''Un paseo no te vendría mal.'' Aprecia mi mente en un leve susurro. Sin quejarme ni un solo instante la hago caso y comienzo a andar por el parque, observando las plantas de los jardines y a las personas que paseaban o corrían por el lugar. Todo estaba tranquilo, demasiado tranquilo. ''Se han cansado por hoy. Deja de martirizarme con tus ideas.'' Me acusa mi mente, bastante enfurecida. Tenía razón, lo más probable es que se hubiesen cansado. Mi reloj marca las nueve de la noche y me dirijo a la entrada, donde vuelvo a ponerme alerta al ver a alguien esperándome. Salgo con cierta velocidad, esquivando al hombre de negro que intenta atraparme y corro en dirección a la boca de metro, pero alguien me espera en las escaleras. Corro calle abajo, con el corazón latiendome a mil, como cada vez que ocurre; siento como el miedo intenta apoderarse de mi y me tiemblan las piernas, pero consigo zafarme de su frío tacto interno. ''Corre, no dejes que te cojan, sus intenciones no son amables.'' Me avisa mi mente, que se a adelantado a mi simple idea de leer sus intenciones. Cruzo un paso de cebra a toda velocidad y sigo corriendo. Me persigue una furgoneta negra. La gente me mira con desprecio cuando les empujo intentando pasar lo más rápido posible, pero se que en el fondo me vienen bien; ellos retendrán a mis perseguidores. Me meto por la siguiente boca de metro y corro hacia el primer tren que veo, sin pararme a pensar la orden que necesito para que los guardias no me persigan. Entro justo antes de que se cierren las puertas y me libro de todo, guardias y perseguidores. Poco a poco siento como la adrenalina disminuye y sonrío al ver la suerte que había tenido: había cogido la linea que pasaba por Vallecas.
  Cuando llego a mi destino salgo con velocidad y me pierdo por la primera calle que veo, giro por las tres primeras esquinas y callejeo un rato, hasta que me canso y llamo a un telefonillo.
  ––¿Quien es?––Pregunta una voz joven y masculina.
  ––Yo.
  Suena el pitido del telefonillo y abro la puerta, subo al cuarto B, en el que hay un joven de unos dieciocho años esperando. ''Déjame entrar, me conoces, soy tu amigo, me vas a dejar pasar, me llamo Carlos.''
  ––¡Anda Carlos! Pasa, hombre pasa. ¿Que tal el día?
  ––Bien, Javier––digo, acertando casi milagrosamente por no haberme parado en su mente a buscar su nombre––¿Y tu día que tal?
  ––Aburrido, aquí en casa estudiando. ¿Has cenado ya?
  ––Si, cené con unos amigos en Sol, en un restaurante chino––miento descaradamente, como siempre.
  Me invita a sentarme en el sofá y accedo, entonces, me molesto en saber más sobre él. ''Que acertado has estado Dayan, es gay, aprovecha.'' Sonríe mi mente, casi al instante. Le observo detenidamente. Un metro ochenta, deportista, no fuma, moreno, ojos casi grises, muy guapo. Le gusta el rock y el pop, adora a Lady Gaga y su programa de televisión favorito es El hormiguero. Un joven casi perfecto, leal y sincero. Me acerco con cautela tras saber que le atraigo y beso sus labios, de manera descarada. Él me sigue el beso sin oponer resistencia, agradado por mi acción. Hoy tendría un buen y cómodo sitio donde dormir.

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