lunes, 7 de noviembre de 2011

Bad day


 Día triste, gris. Día de dolor. Levantarte con buen humor, con ganas de comerte el mundo, de ser feliz; acostarte con ganas de llorar y no volver a levantarte. Un tren, un solo y único tren, puede estropear tu día. Se retrasa, esta lloviendo a cantaros, ''No pasa nada'', piensas ''El techo de la estación me cubre''. Oh, dulce mente inocente de dieciséis años. Al final llega veinte minutos tarde, subes con tranquilidad y te sientas en el sitio de siempre, con esa chica guapa de sonrisa dulce en frente. La miras, te mira, sonreís y desvía la mirada. ''¿Que puede salir mal? ¡¡Es un día cojonudo!!'', te sonríes, mentalmente. Llegas con esos veinte minutos de retraso a tu destino. Ves como el agua cae a cantaros. ''Que idiota, debí haber cogido el paraguas. Bueno, no pasa nada, ahora vendrá el bus''. Te acercas a la parada y miras las horas. Has perdido el de las 7:51, no hay otro hasta las 8:59, y entonces caes. ''¡No puedo perderme ingles! ¡Puta mierda''. Y con eso empieza todo. Te pones bien la mochila a la espalda y comienzas a correr, en dirección a la Escuela. El agua te cala los huesos, los 4º de temperatura empeoran las cosas. Te cuesta respirar mientras te das más y más prisa en bajar la cuesta; son 40 minutos que tienes que recorrer en 15. ''¿Seré capaz? ¡Tengo que serlo!'', te obligas, mentalmente. Te calas entera, se te encrespa el pelo, te empapas los pies con los charcos.
  Llegas a clase justo cuando la profesora empieza a pasar lista. ''Lo peor ya ha pasado'', te aclaras, inocente. En Ingles todo bien, después en volumen, la profesora te regaña por faltar, acabas el trabajo a prisa, sin un mal resultado. La profesora te corrige una y otra vez y te dice que cambies cosa: solo quieres matarla. Llega el recreo, tu chaqueta, zapatillas, pantalón y camiseta están llenas de arcilla. ''Que asco''. Abres tu mochila y... ¡sorpresa! Solo hay un bocadillo dentro. Se te ha olvidado la coca-cola y los ''huesitos'' para después de gimnasia, y entonces empiezas. ''Que asco de día, por dios''. Tu moral se hunde junto a este simple pensamiento, tu sonrisa desaparece, pero eso no es lo peor. Buscas en tus bolsillos y te acuerdas: te faltan dos euros para volver. Vas pidiendo uno por uno a los miembros de tu clase, histérica, destrozada, odiando el mundo. Te los dejan, con muchísima suerte, siéntete afortunada. En el recreo te empapas más, al bajar a la tienda de chuches porque tu amiga quiere coger algo de comer. Vuelves a la Escuela y toca MAE. Entráis y os sentáis detrás, la profesora te da tu relato de cuatro folios y sonríes. ''Historia muy original'' pone al pie de pagina. ''Venga, no esta tan mal este día''. Pero entonces aparece ella, tu peor enemiga: el dolor de cabeza. Sientes que te va a estallar.
  Vuelves a salir a la calle y bajáis al autobús, os lleva al polideportivo y allí comenzáis la clase de gimnasia. Estas hecha polvo, te sientes derrotada, hundida, humillada: traicionada por tu memoria. Haces la ficha de seguimiento de clase, pues no estas en condición de hacer deporte, y se la entregas a la profesora al acabar la clase. Te subes en el autobús y te deja en la plaza de toros. Te esperan 20 minutos andando hasta la estación, otra vez, bajo lluvia. Llegas allí y pagas con el dinero justo, bebes agua en el baño y te subes al tren. ''Ella me alegrara el día''. Piensas, esperando que esa chica tan guapa esté en el vagón que te subes, pero no esta ahí. Tu PSP se jode, la musica deja de funcionar. Ya estas cansada de luchar. Ese día, te ha vencido la vida. No has podido resistir ni el primero de los golpes y, es que a veces, un tren puede estropear tu día, hagas lo que hagas, por muchas ganas de comerte el mundo que tengas: él esta ahí para joderte todos tus planes.
  Son las 20:20, te has sentado frente al ordenador, como cada tarde, y has escrito. Esta vez no es un capitulo más de tu nueva novela, no es ni un cuento ni un microrrelato. Es un capitulo de tu vida, un día más en tu paso por el mundo y, como casi siempre, por mucho optimismo que hayas puesto, has terminado mal. La vida te ha arrollado, como haría ese tren con el que empezó todo, si pudiese. Te sientes dolida, pesimista, avasallada, marginada, humillada, y sobre todo, con ganas de llorar. Sabes perfectamente que volverás a hacerlo: cogerás las lágrimas y las guardaras con llave en el cajón de los recuerdos, sin dejarlas salir. ¿Por qué? Porque te prometiste no volver a llorar tras la muerte de tu bisabuela, te prometiste continuar tu vida, como ella hizo con la suya, a pesar de las adversidades: te prometiste ser feliz. Te levantaste ante el mundo, después de tantos golpes, y prometiste crear tu destino, y así haces, escribiendo esto. Lo que quieres de verdad no es ser vulcanóloga, dibujante ni nada: tu sueño y pasión es escribir. Por eso lo escribes todo, escribes cualquier cosa que te importa, porque eso te desahoga, te hace feliz, te hace sentir viva. Mañana sabes que te levantarás de nuevo, empezarás de cero, y sacaras tu sonrisa. Hiciste una promesa, no fallaras.

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